La pasión por un Tango que derivó en colección
Concepción M. Moreno
Concepción M. Moreno
Berazategui (Argentina), 2 dic (EFE).- Todo empezó por un Tango. Podría ser un cuento de Jorge Luis Borges o de Julio Cortázar, pero es la realidad que narra Jorge Yovovich para hablar de su primer tesoro: el balón oficial con el que Argentina ganó el Mundial 1978 e integra su colección de 59 pelotas, 22 mundialistas desde Chile 1962 hasta Qatar 2022.
Cualquier bar deportivo soñaría con la decoración de su galpón: una mesa de 'pool', un metegol (futbolín) y un tablero de dardos conviven con un estante repleto de botellines de cerveza -ediciones especiales, muchas de ellas antiguas y todas sin destapar- y camisetas de fútbol firmadas, entre ellas una de Boca Juniors con la rúbrica de Diego Armando Maradona, su "referente" en el fútbol.
Pero la joya de la corona luce cuando la vista se eleva hacia el techo y un par de largos estantes de madera cobijan las 59 piezas de la colección que el argentino Jorge Yovovich, traumatólogo de profesión y gran aficionado al balompié, ha reunido en los últimos 20 años.
"Cada tarado con su tara. Mi tara son las pelotas de fútbol y, para mí, son invaluables", explica a EFE mientras presume de los 22 balones oficiales de los Mundiales de fútbol que atesora, 16 de las ediciones transcurridas entre Chile '62 y Qatar 2022 y otras seis versiones diferenciadas.
DOS ESTRELLAS, ¿UNA TERCERA?
Mientras concede esta entrevista en Juan María Gutiérrez, una de las numerosas localidades del Gran Buenos Aires, mantiene junto a él los dos balones más importantes para él, el Tango del Mundial 1978 y el Azteca de México '86, los dos que conquistó la Albiceleste.
"Le puse (al lado) la de este Mundial, así se contagia y por ahí ganamos", sonríe al tiempo que destaca que, "por suerte", Argentina recibió "ese cachetazo en la entrada", en alusión a la derrota contra Arabia Saudí (1-2), porque "hubo tiempo de recuperación" hasta el punto de que se clasificó para octavos.
Este fanático del Estudiantes argentino, que juega todos los sábados al fútbol "despuntando el vicio" en un campeonato de médicos -aunque "antes jugaba de 9 y ahora de 2", aclara-, defiende que Argentina llegó a Catar "como un grupo muy unido" y resalta a sus mediocampistas.
La pelota oficial de Qatar 2022, Al Rihla, la compró en Mendoza (oeste de Argentina) cuando acudió a una boda y entró a mirar en una tienda de deportes. "No lo podía creer", comenta sonriente.
UN COLECCIONISTA DE PELOTAS
Y es que este médico de 53 años solo compra balones oficiales, en tiendas especializadas con ciertas garantías o por internet siempre que los vendedores sean confiables, contando incluso con asesoramiento en algunos casos.
Ninguno de sus balones -ni los de Mundiales, ni los de Copa Confederaciones, Copa América, Liga de Campeones o campeonato argentino, que también reúne- fueron usados en partidos oficiales, ya que, argumenta, además del alto precio que pueden llegar a costar, su autenticidad es difícilmente comprobable.
Tampoco persigue un récord Guinness, ya que, explica, lo suyo es "pura afición nomás".
Todo empezó cuando, hace 20 años, perseguía la Tango, la pelota con la que Argentina se proclamó campeona en 'su' Mundial, el de 1978, en plena dictadura militar (1976-1983), y encontró "de casualidad" a un vendedor en México de la marca Adidas, que desde 1970 fabrica el balón oficial del Mundial.
"Ahí compré la primer tanda de pelotas, que iba desde el 66 hasta 2002 y, de ahí, fui agregando las pelotas de cada Mundial con el agregado de ir agregando, valga la redundancia, la pelota de cada final, porque en 2006 se empezó a jugar con una pelota diferente la final, la Teamgeist y Teamgeist Berlín", relata.
Yovovich explica que su "favorita" es la Tango, porque rememora: "Tengo muy fresco todavía la memoria de Kempes entrando gambeteando holandeses. Esta era LA pelota".
Sus amigos, además de admirar su colección "de pelotas" -ríe al hacer el juego de palabras-, le pasan datos cuando están de viaje y hallan posibles balones para él o, como ocurrió con la última joya adquirida, la de 1962, un allegado la compró directamente.
"Quiero ir consiguiendo del 30 para acá. Creo que la marca Adidas ha sacado como si fuera una réplica; ya no conseguís oficial de ese año, pero las réplicas de esos años existen y las sacó esta marca... Esas sí son caras", explica el médico argentino, que tiene claro que no va a "tirar la casa por la ventana".
"Si son accesibles, todo bien. Si son carísimas, la verdad que no", dice sobre los balones del 30 al 58 que faltan en su colección.
No habla de dinero, porque dice que la colección es "invaluable" y, al igual que tiene claro que "las pelotas se bajan, se miran, pero no se patean", defiende que su colección "no se vende", ni siquiera por un talón en blanco y tampoco podría deshacerse de alguna, porque "el valor es el conjunto".
"Uno le toma tanto cariño a algo que dedica tanto tiempo, le pone garra, la vas buscando, venís, las limpiás, inflás, no sé... La verdad, no, la respuesta es no", concluye igual de sonriente que cuando reconoce: "Esas cosas las entiende nada más el que colecciona". EFE
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