El capitán de aquella selección española que obró el milagro en Sudáfrica, y que alzó al cielo de Johannesburgo la preciada copa tras protagonizar una final donde sus paradas fueron igual de decisivas que el postrero gol de Andrés Iniesta ante Países Bajos, estuvo presente en un acto a mediodía en el que recordó, junto al trofeo, cómo fue el momento en que lo levantó: “Fue un sueño que tenía desde niño hecho realidad, no quiero que se me olvide nunc"a.
Por la tarde tuvo también su turno Vicente del Bosque, que acompañó en un torneo de fútbol a 200 niños, ante los que descubrió la misma Copa del Mundo que brindó a España aquella mágica noche de fútbol en el Soccer City, como la gran y calmada mente pensante detrás de aquel equipo de 23 futbolistas que maravilló al mundo futbolístico, y que culminó el legado dejado por Luis Aragonés, su predecesor.
De igual modo, quiso tener un guiño de complicidad con el actual seleccionador en el cargo, Luis Enrique Martínez, y en quién confió para aprovechar “la gran oportunidad de revalidar este título dentro de dos meses”, en el que será el primer mundial de la Historia celebrado en Oriente Próximo.
Tras visitar el resto de los países incluidos en el itinerario del “Trophy Tour” de la FIFA, la Copa del Mundo aterrizará en Qatar para dar comienzo a la 22ª edición de la Copa Mundial de Fútbol, aunque será únicamente la decimotercera ocasión en que el actual y codiciado trofeo sea puesto en liza, ya que fue entregado por primera vez, y mantiene su vigencia desde entonces, en el mundial de Alemania de 1974.
El trofeo actual, descrito por el presidente de la FIFA Gianni Infantino como “el emblema más hermoso que la FIFA podría soñar”, apenas mide 36,8 centímetros, y pesa 6,175 kilos, lo que no lo convierte en el más grande o el más pesado, pero el oro macizo de 18 quilates y los anillos de malaquita en su base lo dotan de un diseño y una estética idóneos para representar el cetro máximo del fútbol mundial.
Su creador fue el escultor italiano Silvio Gazzaniga, que comenzó a forjar el legendario trofeo cuando leyó en 1970 que la FIFA había regalado el anterior modelo, el actualmente desaparecido Trofeo Jules Rimet, a la Brasil de Pelé tras lograr su tercer campeonato del mundo, y que estaban buscando un sustituto entre más de 53 opciones de países distintos. “Me encerré en mi estudio en el barrio de los artistas de Milán y me puse a trabajar inmediatamente”, recordó años después de diseñar la copa.
“Las líneas brotan de la base, se elevan en espirales, y se extienden para recibir al mundo", la describió el propio escultor, fallecido en 2016, que explicaba así su diseño: "De las notables tensiones dinámicas del cuerpo compacto de la escultura surgen las figuras de dos atletas en el conmovedor momento de la victoria”. En la base, a su vez, son inscritos los campeones de cada edición, pero en 2030, centenario de la Copa del Mundo, se agotará el espacio para hacerlo.
Se trata, a fin de cuentas y como bien describe Infantino, de “un objeto mítico para los jugadores y para todos los amantes del fútbol”, y como tal, disfruta de un tratamiento protocolario específicamente establecido para asegurar que las únicas personas en el mundo que puedan tocarlo, sujetarlo o sostenerlo sean los privilegiados que lo han ganado, y Jefes de Estado.
Además, es el capitán de la selección ganadora de la edición previa, como sucedió con Fabio Cannavaro en Sudáfrica en 2010, el encargado de acompañar por última vez el preciado trofeo, en un estuche especial, y ofrecerlo a los finalistas en el partido definitivo, que tendrá lugar en esta ocasión el próximo 18 de diciembre.
Atrás quedó la copa original, de 30 centímetros y 4,5 kilos, hecha de plata esterlina enchapada en oro y conocida como Trofeo Jules Rimet en honor a un antiguo presidente de la FIFA, cuyo paradero actual es desconocido después de haber sido sustraído de su vitrina en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en diciembre de 1983.
En 1966, unos meses antes de la victoria de Inglaterra en su mundial, el mismo trofeo que representa una alegoría de la diosa griega de la victoria, Niké, fue robado por vez primera en territorio británico, cuando era expuesto en el Central Hall de Westminster en Londres. En aquella ocasión la copa sí regresó, gracias al olfato de un sabueso llamado Pickles y de su dueño, David Corbett, aunque los autores del robo nunca fueron encontrados.
De este modo, una vez comience la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA Qatar 2022, el trofeo podrá descansar durante unos días de la ajetreada agenda que conlleva ser considerado como el símbolo de la excelencia futbolística para todos los países, futbolistas y aficiones del mundo, hasta pasar a manos de sus nuevos héroes.
David Villén Morales