Es el ahora o nunca. Con 35 años, Qatar 2022 apunta a ser su última gran cita de selecciones. Y se ha empeñado en levantarla. Hasta esta edición, su quinta, no había marcado ningún gol en una eliminatoria mundialista. Y lleva tres tantos en tres partidos. Australia, Países Bajos y este martes Croacia. El primer futbolista argentino en anotar en tres rondas diferentes.
Messi dio el susto. En el minuto 19 se echó la mano en repetidas ocasiones a la parte posterior del muslo izquierdo. Alerta máxima. Cojeó, levemente, durante algunos minutos, pero todo quedó en un susto.
En el partido en el que igualó a Matthäus como el jugador con más partidos en los Mundiales (25), en el que superó a Batistuta como el máximo goleador argentino en los Mundiales (11) y que le permitiría llevar a su Argentina a otra final, sacarle del terreno de juego rozaba lo imposible.
Como en cada partido en este Mundial, se dosificó por momentos, y apretó cuando tenía el balón en los pies. Juego de espaldas maravilloso para aguantar la pelota, contra tres o contra cuatro croatas, daba igual porque siempre salía vencedor.
Entraba en juego esperando su momento, que llegó a los 34 minutos desde los once metros. Una distancia en la que ha sufrido en a lo largo de su trayectoria -31 penaltis ha fallado, incluido uno en este Mundial frente a Polonia en el último partido de la fase de grupos-. Pero volvió a crecerse ante la máxima presión.
Como en las dos ocasiones -una en tiempo reglamentario y otra en la tanda, cuando disparó el primero de Argentina- frente a Países Bajos, Messi no dio opción al guardameta. Livakovic llegaba al duelo con cuatro penaltis parados, ante Japón y Brasil, en dos tandas, pero Leo disparó fuerte, arriba. Imparable.
Un tanto que encarriló la semifinal y que le deja a la espera de Francia o Marruecos para cambiar la historia.
Quizá el domingo tenga que sacar la personalidad que ha mostrado en este Mundial, sobre todo en un encuentro frente a Países Bajos de cuartos de final en los que sus gestos demostraron que era algo personal. Del gesto llevándose las manos a las orejas delante del banquillo neerlandés, el cara a cara con Van Gaal y algunos de sus asistentes al “¿qué mirás, bobo?” que forma parte ya de la historia de los Mundiales.
Sin mostrar esta rabia, Messi habló en el campo. Su jugada en el tercer gol, en la que dejó impotente a Josko Gvardiol, uno de los mejores centrales hasta la fecha del Mundial, recordó a aquellas de Maradona en el Munidal del 86. Imparable en la conducción, la final le espera.