Martí Puig i Leonardi
Barcelona, 18 dic (EFE).- Muchachos ilusionados con la camiseta albiceleste han llenado este domingo las calles de Barcelona, primero esperanzados con la victoria y luego para celebrar la tercera copa argentina, la que volvió a ganar papá, su admirado Leo Messi.
El Arco de Triunfo ha sido el lugar de encuentro de miles de argentinos y simpatizantes de la selección de este país que esta noche dormirán entre poco y nada. Pasabas, los mirabas, y parecía que te contestaran: "No te lo puedo explicar, porque no vas a entender".
Ya por la mañana era misión imposible andar por Barcelona y no dar con alguna camiseta albiceleste: en la capital catalana residen 9.801 argentinos, de acuerdo con datos del Padrón municipal de 2021, pero en la ciudad se da por hecho que en realidad son muchos más, dado que también constan como italianos o españoles. A estos casi 10.000 argentinos de Barcelona, además, hay que sumar los de localidades cercanas, especialmente Castelldefels, donde tiene Messi su casa.
Los franceses, que según la misma estadística son 17.792, han optado por mayor cautela a sabiendas de que los barceloneses animaban en su mayoría a Argentina: por Messi, buena parte de ellos, pero también por vínculos familiares y afectivos.
Para seguir el partido numerosos seguidores de la albiceleste se han reunido en locales a pie de playa de la Barceloneta en los que se han habilitado pantallas gigantes.
Muchos han optado antes por un asado y acto seguido han tomado posiciones en los citados bares, que ofrecían choripanes, fernet o empanadas. Los nervios crecían a medida que se acercaba la hora del partido: poco antes del pitido inicial un hincha aseguraba estar dispuesto a dar una pierna para ganar el Mundial, ya que total él tiene dos (o tenía, habrá que preguntarle).
No han cesado los cánticos durante los 90 minutos y los 30 de añadido, aunque se acercaba el final y la tensión iba ganando posiciones. Tras el penal decisivo la sala se ha inundado de lágrimas de felicidad y abrazos hasta que, procesado el logro, los muchachos han vuelto a saltar.
Minutos después, cuando Messi ya tenía la copa en las manos pero el presidente de la Fifa, Gianni Infantino, insistía en contarle alguna anécdota antes de dejarlo marchar, un hincha ha soltado toda la tensión acumulada: "¡Dale, dejalo levantá la copa!". El capitán alzó la copa y la fiesta, definitivamente, se desató.
"Papá, ¿qué es eso?"; "Una bengala, hijo". Fuegos artificiales pintaban el cielo de todos los colores, con el Arco de Triunfo como privilegiado espectador, y miles de personas -alrededor de las 21.00 horas unas 9.000, según la policía local- movían su antebrazo al ritmo de la ya célebre canción "Muchachos".
Una figura a gran escala de Messi presidía el festejo y no faltaron camisetas de Diego Armando Maradona, que en su día también pasó por Barcelona. Alguien llevó además dos réplicas de gran tamaño del Obelisco, el monumento de Buenos Aires en el que la hinchada argentina suele celebrar sus triunfos.
Incluso apareció una abuela, como la que se ha hecho famosa durante este Mundial, con una bandera argentina alrededor del cuello y su caminador y, claro está, sin dejar de agitar el antebrazo.
Todo ello en una ciudad en la que el fútbol no se puede vivir de forma más diferente que en Argentina: si aquí a los culés se los critica por asistir al Camp Nou como si fueran a ver una sesión de ópera del Liceo, una cancha argentina es una suerte de olla a presión en la que el silencio es un desconocido.
Pero esta noche Barcelona lucía distinta y los alrededores del paseo Lluis Companys dieron fe de este alboroto permanente: decenas y decenas de coches no dejaron de hacer sonar con sus pitidos una sinfonía a la que la gente respondía, con su vaso de fernet con coca en la mano: "¡Vamos, carajo!". EFE
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