Luis Miguel Pascual
Doha, 19 nov (EFE).- Hace unos meses parecía que la carrera internacional de Olivier Giroud había acabado. Francia salía de una mala Eurocopa y el seleccionador, Didier Deschamps, dejó caer que a sus 36 años el delantero ya no tenía hueco entre la constelación de estrellas ofensivas que tenía en su cartera.
El regreso de Karim Benzema a la selección, tras más de tres años ausente perseguido por las acusaciones de complicidad en chantaje, había dado el golpe de gracia a un futbolista que para entonces había defendido los colores de Francia en dos Mundiales y cinco grandes torneos.
Desde la Eurocopa de 2012, el rostro del zurdo Giroud, su imponente figura de 192 centímetros, su característico juego de "9" de los de toda la vida, había formado parte del paisaje de los "bleus" y, aunque casi nunca fue titular indiscutible, aprovechó bien las oportunidades para lograr medio centenar de goles.
Una cifra que le colocaba a pocos tantos del mayor anotador de la selección francesa, Thierry Henry, un récord que parecía ya inalcanzable para el oriundo de Grenoble.
En la Eurocopa de 2021 apenas apareció en el césped y, sin él, Francia levantó la Liga de las Naciones en octubre y pareció recuperar el hilo victorioso que tres años atrás le había llevado a la cima del fútbol planetario en Rusia. La era de Giroud sonaba ya a pasado y los tiempos anunciaban nombres nuevos.
Tampoco rodaban mejor las cosas en el Chelsea, el club en el que militaba desde 2018, tras seis temporadas en el Arsenal.
Fiel a su estilo, Giroud no dejó de pelear. Ante la adversidad, el delantero se aferró a sus opciones, siguiendo un marcado plan que le permitiera regresar a su querida selección, el lugar donde más ha brillado en su carrera.
Para ello, sabía que tenía que levantar tres obstáculos: volver a ser competitivo en club, convencer a Deschamps de que no reclamaría un puesto de titular y que podía ofrecerle todavía un rendimiento adecuado y borrar algunos roces con compañeros.
GRAN INICIO DE TEMPORADA
Lo primero lo resolvió con un gran inicio de temporada en el Milan, su nuevo club desde 2021, con quien encadena nueve goles y cuatro asistencias, en la liga italiana y en la Liga de Campeones.
Una explosión que le volvió a colocar en el radar de la selección, donde, de repente, se le abrió un hueco con las sucesivas ausencias por lesión de Benzema.
Deschamps recogió el guante y comenzó a variar su cierre a Giroud que, en una calculada operación mediática, comenzó a avanzar que el banquillo no sería un problema para él.
En marzo pasado regresa a la selección para jugar un amistoso contra Costa de Marfil y logra su tanto número 47 como internacional, una racha que amplió cinco días más tarde frente a Sudáfrica.
Su instinto anotador estaba intacto y volvió a quedar patente en el duelo de la Liga de las Naciones contra Austria a dos meses del inicio del Mundial.
El regreso de Giroud estaba sentenciado y el jugador recibió el espaldarazo definitivo cuando Kylian Mbappé, con quien había tenido algún roce, le respaldó de forma tajante. Ya no había ningún freno para su reintegración a la selección.
Las dudas físicas de Benzema, que apenas ha jugado en el último mes, fueron el empujón definitivo para el delantero, un nombre de confianza en caso de que el Balón de Oro no esté operativo.
Su nombre suena ya como titular en el debut de Francia frente a Australia el próximo martes en caso de que Benzema no se recupere a tiempo.
Deschamps tiene ya su plan B, el hombre que se aferró a marcharse de la selección y que ahora cuenta con una nueva oportunidad de marcar los dos goles que le separan de Henry para convertirse en el máximo goleador histórico de los "bleus". EFE
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