Doha, 2 dic (EFE).- Casi un siglo después de su primer partido en una Copa del Mundo, la selección brasileña tendrá un dorsal 24 en sus filas, terminando con un absurdo tabú homófobo que relaciona a este número con la homosexualidad.
El odio a este número procede del 'Jogo do bicho', una especie de lotería inventada en 1892 en un zoo -con el objetivo de mejorar los ingresos del mismo- por la que se reparten figuras de 25 animales y cada día se elige un ganador al azar.
Esta práctica, secundada por las mafias brasileñas y esparcida por las calles, donde aún es popular, fue prohibida apenas tres años después, pero provocó que el '24' se asociara a la homosexualidad.
¿Por qué? Porque el 24 en esta lotería corresponde al ciervo o venado, que en brasileño se traduce como "veado" y suena como "viado", expresión utilizada en el país para referirse a los homosexuales de forma despectiva.
Puede parecer una relación ridícula, cuya permanencia en la sociedad 100 años después sea absurda, pero solo hay que escarbar en el Brasileirao para ver que los jugadores y directivos tienen muy en cuenta ese número a la hora de organizarse.
De los más de 600 jugadores de la primera división brasileña, solo tres de ellos llevan el '24' y ninguno es titular indiscutible con su club. De hecho, todos son reservas o jugadores muy jóvenes. Esta ha sido la estratagema de los clubes brasileños para evitar polémicas. Si no podían escamotear la presencia del '24', se lo entregaban a jugadores que tuvieran prácticamente imposible lucirlo en público.
Este escándalo no salpica solo al campeonato nacional. Brasil había esquivado siempre la polémica del '24' en las grandes competiciones por las restricciones de las plantillas a 23 futbolistas, pero la pandemia amplió las listas. En la pasada Copa América, el cupo fue de 28 futbolistas y Brasil fue la única selección de la cita que decidió que no hubiera 24 en el listado de Tite.
Para este Mundial, celebrado en un país donde la homosexualidad es delito, Gleison Bremer cogió el '24', cerrando un debate de décadas y décadas y un motivo más para la politización de una selección que ha vivido este Mundial en un clima de polarización por las elecciones en Brasil y el apoyo público de futbolistas como Neymar y Raphinha a Jair Bolsonaro, declarado homófobo.
Esto ha derivado en que parte del país se alegrara de la lesión de Neymar en el primer partido ante Serbia y a que la gente le deseara lo peor por haber sido una de las figuras públicas que votó por Bolsonaro.
"No entiendo que a un chico con un corazón tan grande le puedan desear algo malo", dijo Casemiro hace unos días.
Solo Richarlison, futbolista del Tottenham Hotspur, ha sido capaz de pronunciarse a favor de los derechos de la comunidad LGTB.
"El fútbol cada vez es más inclusivo, y debe serlo aún más. El mundo ha cambiado mucho. No podemos seguir viviendo como lo hacía la gente hace 100 años", aseguró el delantero cuando aún era jugador del Everton. EFE
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